Juego y “Encuadre”

Mucho se habla de que los niños deben jugar ya que esto potencia cualidades motoras y psíquicas y además contribuyen a su evolución en el proceso de desarrollo. Tanto para niños convencionales o con alguna diversidad funcional, el juego debe ser algo primordial a considerar tanto para la familia, los terapeutas y todo aquel que está alrededor de ese infante.
Pero, ¿De qué modo deben jugar?, ¿Sirve cualquier espacio?, ¿Es necesario que el adulto o terapeuta brinde ese espacio lúdico?.
Es importante considerar que en todo juego existen dos elementos: Reglas previas en algunos casos pactadas de manera verbal por los niños y en otros casos tácitas, y también un Lugar o límite espacial donde se va a desarrollar la actividad, lo que podríamos llamar un “encuadre”.
Hay muchos ejemplos de cómo los niños, por sí mismos, arman el encuadre ante cualquier momento lúdico. Al jugar a la “mancha”, por ejemplo, corren, se escapan uno del otro y tratan de no ser tocados pero siempre poniendo un límite de espacio lógico, es decir ellos mismos crean un área de juego en donde participan y se divierten, no se alejan a más de 100 metros para no ser tocados y ser “mancha”. Lo mismo ocurre cuando juegan a las “escondidas”, buscan para esconderse lugares cercanos al que va a buscarlos y no se alejan mucho. Se establecen acuerdos tácitos entre ellos.
Ahora bien, qué sucede con los niños con diversidad funcional, por ejemplo que han recibido el diagnóstico de autismo, en donde la situación lúdica en ocasiones, no aparece de manera natural, donde el otro para jugar tampoco “está” aunque esté presente, y donde la construcción subjetiva no se creó y es mucho más arduo para ese niño ingresar al mundo imaginario y espontáneo del juego.
Es allí donde debe aparecer el adulto (madre, padre, tío, Acompañante terapéutico, terapeuta, apoyo,) que facilite ese encuadre. Es muy importante que ese espacio esté bien claro en el niño o niña para poder iniciar el juego.
En nuestra experiencia en @espacio.tercertiempo observamos que los niños necesitan tiempo para situarse y reconocer el espacio, dicho espacio no debe resultarle agresivo e incómodo. Pasado un tiempo, siendo este el gran apoyo, pueden comenzar con la actividad. Trabajando en una cancha de fútbol 5, al principio, los arcos eran meros objetos decorativos y con trabajo personalizado y el tiempo como “el apoyo”, los niños comprendieron que allí había que patear para hacer un gol, que esto era parte del juego.
¿Qué ocurrió cuando quisimos hacer el mismo partido fuera de la cancha y utilizando conos de demarcación como arcos?, Al principio, no pudieron jugar y algunos nos decían, “Eso no es un arco”. Y es verdad, no lo era, ya que ellos no podían imaginarlo como tal. Espacio, apoyos, elementos, nos van permitiendo construir el espacio de juego.
Para finalizar, queremos dejarle estas experiencias en las cuales con trabajo comprometido, tiempo y mucha palabra a cada acción, los niños pueden adoptar Encuadres con consignas. Nunca quedarnos con “ellos no van a poder”. Creemos que si pueden hacerlo: se requiere Apoyo y dedicación, “donar” nuestro tiempo, nuestra pasión lúdica, ponerle el cuerpo, divertirnos, algo que a los adultos no suele sucedernos cuando estamos jugando con los niños.
Y fundamentalmente sentirnos seguros y creer en la capacidad que tienen todos los niños y niñas para jugar.

Leo Canaparo
Coordinador lúdico deportivo
Asociación Tercer Tiempo

Presidente de la Asociación civil Tercer Tiempo.
Profesor Nacional de Tenis, especializado en niños y jóvenes con diversidad funcional.
Acompañante terapéutico y estudiante avanzado de la carrera de Psicomotricidad
Diplomado en Juegos para la Primera Infancia.
Participante en disertaciones, Congresos y Jornadas sobre discapacidad.
Desde hace 8 años viene desarrollando distintos talleres de juegos para adultos, jóvenes y niños con diversidad funcional.
www.tercertiempo.org