TENIS, UN JUEGO SIN LIMITES

Tarde soleada en Buenos Aires y en el club de tenis todo parece habitual. Gente jugando en las canchas, niños corriendo detrás de sus padres, el bar que invita a un café o una bebida fresca y sabrosa y mucho clima de alegría. Esto es lo maravilloso del deporte y de la magia que genera en todos.
Y allí estaba Juancito, con sus 6 añitos esperándome junto a su mama para la clase de tenis, cargando en una mano su raqueta y en la otra su botella de agua, listo para una nueva experiencia divertida, listo para jugar. Juan es un niño distinto, intuitivo, curioso, movedizo al extremo que demanda atención permanente pero que contagia una energía pro-activa increíble. Su diagnostico es de TEA (Trastorno del Espectro Autista) , pero eso no nos importa porque vamos a jugar al deporte que él eligió y que lo convoca.
Caminamos, mas bien corrimos, hacia nuestra cancha y empecé a preparar todo para que este momento sea único, pulsional y generador de una memoria positiva en Juan. Aros, conos, una tela para embocar pelotas y muchos otros “elementos sorpresa”.
Comenzamos a transitar un camino de deporte, juego e imaginación. Porque al aprendizaje de los golpes de tenis le sumamos ese toque de locura, de cosa impensada, que en otra circunstancia no se entendería, porque sin locura no hay imaginación ni juego. Es por esto que nuestro canasto de pelotitas se convierte en una motor-home y la funda de la raqueta en un auto descapotable que nos van a ayudar a juntar las pelotas de tenis. Porque el juego debe ser libre y conlleva autonomía, reconocimiento, aprobación y gratificación.
Y seguimos con el tenis y queremos tener mayor control y precisión con nuestros tiros, para eso vienen dos amigos para ayudarnos. Juan adopta a Goofy y yo al Pato Lucas, dos muñecos que van a acompañarnos en esta aventura. Y Juan golpea la pelota que debe caer dentro del aro donde espera Goofy y consigue hacerlo por primera vez después varios intentos y la felicidad es total, la alegría se ve en sus ojos y consigue hacerlo varias veces, Juan no está solo en la cancha, aunque la clase de tenis sea individual. En un momento Goofy desaparece y salimos a buscarlo por cada rincón de la cancha, “no podemos seguir sin él”, dice Juan, lo llamamos y por suerte lo encontramos debajo del banco junto a la red. Ahora podemos seguir jugando tranquilos.
Juan está atento a cada gesto, o cada cosa que ve incluso en la cancha de al lado. Él quiere aprender, demanda cosas nuevas constantemente, me expone a responderle y a tenerle preparado siempre algo nuevo, algo que lo sorprenda de lo anterior.
Los niños con diagnostico de TEA suelen tener inconvenientes para armar una experiencia nueva y poder transitarla y transformarla{ es por esto que no pueden jugar, porque para jugar es necesario transformarse constantemente en otra cosa y en este caso el profesor actúa como apoyo, puente de conexión hacia lo simbólico. Necesitamos generar el deseo en el niño y en el caso de los niños con TEA debemos crear desde una imagen congelada sin espejo, una imagen nueva, y una tras otra avanzar en cada diferencia hacia la construcción de un sujeto.
El tiempo se nos pasó volando en la clase, terminamos y nos fuimos, Juan llevando mi canasto de pelotas jugando a ser profe de tenis y diciéndoselo a quien se le cruce, y yo con los “amigos” que vinieron a compartir esta tarde de sol y tenis, felices y palpitando la próxima aventura la semana entrante
Nota Prof Leonardo Canaparo
Coordinador deportivo y co-fundador de TERCER TIEMPO
leonardocanaparo@tercertiempo.org

Bibliografía consultada
“Austismo y espectros al acecho” (Esteban Levin) Noveduo
“La evolución psicológica del niño”( Henri Wallon )